Ante un contexto donde los robots y los ordenadores son cada vez más inteligentes, hay una pregunta que está haciendo saltar las alarmas: ¿Es posible que el enorme avance tecnológico nos lleve al desempleo a niveles inimaginables? La respuesta es tanto afirmativa como negativa.
Afirmativa, porque la digitalización y robotización de miles de trabajos es algo inevitable. Más que nada por una cuestión de eficiencia, sobre todo en lo que respecta a aquellas ocupaciones rutinarias y fácilmente mecanizables. De hecho, se calcula que podrían llegar a sustituirse hasta el 45% de las actividades particulares retribuidas.
Sin embargo, si nos remontamos a épocas anteriores, no es un proceso de cambio nuevo. Las precedentes revoluciones industriales supusieron un enorme punto de inflexión en el ámbito económico, social y tecnológico, cambiando y afectando a todos los aspectos de la vida cotidiana, incluyendo el mercado laboral. Y eso es precisamente lo que está pasando ahora: transformación, desaparición de puestos de trabajo y creación de otros nuevos. Así lo ha demostrado Deloitte en uno de sus últimos estudios, donde deja constancia empírica de que en estos 150 años la tecnología ha sido una formidable máquina de creación de empleo.
Esta última idea es lo que muchos economistas han pasado a denominar como “falacia ludita”, al entender que no debemos hablar de “pérdida” o “desaparición”, sino más bien de una redefinición que traerá consigo nuevas oportunidades laborares. Hay empleos que serán imposibles de sustituir (sobre todo aquellos que requieren de un alto nivel intelectual y estrategia), algunos se transformarán y adaptarán al nuevo entorno digital y, sobre todo, surgirán muchos otros.
El reto, por tanto, no está en luchar contra el desempleo inminente, sino en saber hacer frente a la demanda de talento que está por venir, ya que de aquí a 2020, según estimaciones de la Unión Europea, los avances tecnológicos crearán cerca de 500.000 puestos de trabajo para los que, de momento, no hay suficientes profesionales capacitados.
Un nuevo contexto que requerirá una pronta actualización y adaptación de la oferta formativa a las nuevas demandas del mercado, contemplando los nuevos perfiles profesionales en el ámbito de las TIC, y una mayor preocupación por parte de las empresas en la capacitación y dotación de habilidades tecnológicas de sus empleados.
Los avances tecnológicos corren cómo la pólvora, mucho más rápido que cualquier otro cambio que hayamos experimentado hasta el momento. Adaptación ante todo, como diría Darwin, ya que sólo aquellos que sepan subirse al tren de la transformación tecnológica prosperarán en el futuro del trabajo y en el trabajo del futuro.