Estamos acostumbrados a entrar en una nueva web, o a descargarnos una app y que lo primero que nos soliciten sea un perfil con el que poder acceder. Sin pensarlo, aceptamos y lo creamos porque nos parece un trámite más que familiar, pero todo se complica en el momento en el que nos piden que establezcamos una contraseña ¿segura?
Lo que parece ser un proceso sencillo, no lo es tanto cuando nos ponemos a ello. Entre los requisitos habituales para crear nuestra palabra clave suelen estar que, al menos, tenga varios caracteres alfanuméricos, alguna mayúscula y, por supuesto, algún signo especial. Una vez que (¡por fin!) la establecemos y conseguimos acceder, una pregunta aparece en nuestra mente: la próxima vez que la necesite, ¿la recordaré?
Hoy en día tenemos demasiadas contraseñas de las que acordarnos, una media de diez. Hasta tal punto que para algunas personas memorizar una interminable lista de usuarios y contraseñas se está convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza. Correo electrónico, aplicaciones, redes sociales o juegos online son algunos ejemplos de servicios que fuerzan a los usuarios a crear y recordar las claves en nombre de la seguridad y evitar así que alguien suplante nuestra identidad. Pero, ¿realmente cumplimos con las reglas que recomiendan los expertos en seguridad a la hora de crear una contraseña? La respuesta es clara, no.
En general, rompemos varias normas. Solemos recurrir a palabras que tienen algún significado especial para nosotros o datos personales como la fecha de nuestro cumpleaños. Nadie niega que es información que resulta sencilla de recordar, pero nos olvidamos que también puede ser fácilmente deducible y nos hace vulnerables ante cualquier hackeo.
Otro error que cometemos es usar la misma contraseña o con mínimas variaciones, aludiendo que nos resulta más cómodo que tener un listado de palabras sin sentido. Además, cometemos más fallos, no nos preocupamos por la longitud recomendada de entre ocho y diez caracteres o de incluir algún número o carácter especial que dificulte ser descifrada por personas ajenas. Y, por supuesto, seguimos recurriendo a la contraseña más habitual del mundo por segundo año consecutivo según Keeper Security: 123456, pensando que nadie más la utiliza.
Posiblemente algún día consigamos crear la clave de seguridad más fiable del mundo, pero hasta entonces, podemos seguir intentándolo.