Las redes sociales nacieron como una herramienta comunicativa, una ayuda para relacionarse más y mejor. Hoy se han convertido en el eje de nuestras vidas, utilizado por particulares, empresas y administraciones, los que no las usan son considerados rara avis, y dentro del mundo de la comunicación es impensable e imposible prescindir de ellas. En 2017 la tecnología ha dejado de ser una herramienta para convertirse en una necesidad. Y si en 2016 la población mundial era de 7,4 mil millones de personas, casi el 50% eran usuarios de internet (3,17 mil millones), y 2,3 mil millones de redes sociales.
Las redes sociales han alterado significativamente la forma en que hombres y mujeres se relacionan e interactúan entre sí; y de cuyos riesgos y consecuencias aún no somos conscientes o simplemente preferimos no serlo. Este elemento tecnológico instalado en nuestras vidas es un espacio donde se realiza una exposición absoluta de la vida personal, y esto supone nuevas formas de violencia.
El uso deformado de la tecnología ha dado lugar a síndromes, adicciones y delitos, a los cuales todavía no sabemos cómo enfrentarnos. Uno de los problemas más graves es la violencia dialéctica a través de las redes sociales. Estas, en muchas ocasiones, ofrecen impunidad y anonimato a delincuentes y sirven como altavoz para la ira, el bullying, el racismo, el sexismo, la homofobia…
No podemos hablar de la violencia en las redes sin hablar de los trolls. El origen del término trollear viene del gancho utilizado por los ladrones online para cazar víctimas, pero actualmente un troll es un usuario online cuyo comportamiento pretende molestar o provocar una respuesta emocional negativa en otros usuarios o desvirtuar la conversación mediante ofensas, mentiras y provocaciones.
La mayoría de los trolls se escudan en perfiles anónimos, cierran y abren cuentas con la misma facilidad con la que insultan, y esta rapidez impide muchas veces frenarles. También hay trolls conocidos que se enorgullecen de serlo, sin ir más lejos el presidente de Estados Unidos. Donald Trump no se corta en sus altavoces personales, Twitter y Facebook, y carga contra los medios de comunicación y rivales, haciendo de estas herramientas algo imprescindible en su macabra campaña y ahora mandato.
La red más afectada por la violencia virtual es Twitter y ellos mismos lo saben. Valorada en unos 15.000 millones de euros, en 2015 el entonces CEO, Dick Costolo aseguró: “Apestamos a la hora de tratar con el abuso y los trolls. No es ningún secreto. Perdemos usuario tras usuario por no afrontar sencillos problemas de trolleo a los que nos enfrentamos cada día».
Según un estudio de la Universidad de Texas, el 38% de los tuits son escritos con la intención de molestar, insultar o amenazar a alguien. Además, según otro estudio de la Universidad de Beihang (Pekín), la emoción más común y que más rápido se propaga en Twitter es la ira.
Los casos de violencia virtual son variados e interminables. Desde los ataques homófobos a Miguel Bosé tras la muerte de su sobrina Bimba, hasta la ira de los antitaurinos contra Adrian, el niño que sufría Sarcoma de Ewing, y con el torero Victor Barrio, las burlas contra la comunidad gallega tras el accidente de tren de Santiago, críticas contra el físico a cualquiera que se salga de la norma… Y esto es solo la punta del iceberg, ya que el insulto es muchas veces lo más “suave”, y la gota que colma el vaso llega con el ciber-acoso, que puede ocasionar consecuencias tan graves como el suicidio.
Dentro de los ciberdelincuencia están desde los que piratean las contraseñas para vaciar cuentas bancarias, el ciberterrorismo, los delincuentes que cometen estafas a través de la red, hasta las suplantaciones de identidad, el acoso, las amenazas y los insultos.
El arma más peligrosa en el campo de batalla online es la información, cuanta más información damos, más vulnerables somos. Los delincuentes de la red no usan pistolas, sino datos como nuestra localización, aficiones, contactos, fotos…Y no paramos de regalar información: en Twitter se envían alrededor de 500 millones de tuits al día, 6.000 por segundo, y en Instagram un día normal se suben más de 80 millones de fotografías.
La serie Black Mirror muestra de lo que podemos ser capaces debido al uso irresponsable de las redes sociales. Nos llegamos a asustar al acabar el capítulo, pero esa sensación dura lo que tardamos en coger el móvil, que de media miramos 150 veces al día.
¿Somos todos vulnerables de ser víctimas y delincuentes de las redes sociales? ¿Internet nos han hecho más violentos, mentirosos y envidiosos? ¿O, sencillamente ya éramos así y no lo sabíamos o no lo queríamos saber? ¿Las guerras del futuro se librarán en Internet?
Para finalizar habría que puntualizar que todas estas preguntas aluden al usuario como individuo personal. El escenario cambia si pensamos en el usuario como empresa, el cuál utiliza las redes sociales con sumo cuidado y destreza. Como persona estar en redes sociales puede acarrear ciertos riesgos, como empresa, si se tiene al Community Manager adecuado, todo son ventajas: reforzar la marca, posicionamiento, repercusión mediática a un coste bajo, aumentar los canales de comunicación con el cliente y facilitar su atención, tener una plataforma comercial alternativa, obtener información relevante, atraer tráfico web… ¿Por qué íbamos a perder la oportunidad?